Deja de buscarle sentido a todo.
No tienes que hacer malabares en tu cabeza por cada situación que te pasa.
No todo tiene que ser entendido.
No todo tiene que tener un por qué.
Deja de intentar entender por qué estás así.
Deja de darle vueltas a cada decisión hasta asfixiarla.
Deja de analizar cada emoción como si tuviera que encajar en un sistema perfecto.
¿Sabes lo que te frena?
Ese hábito de mierda que has desarrollado:
querer entenderlo todo antes de moverte.
La enfermedad de necesitar tenerlo todo claro antes de actuar. De buscar la señal, el momento, la motivación, el contexto, el estado de ánimo perfecto.
Y la vida no funciona así.
El sentido no siempre está antes del paso.
A veces sólo aparece después.
Cuando te mueves. Cuando decides. Cuando arriesgas. Cuando pisas.
Hay días en los que no hay que entender. Sólo hay que hacer.
Sin certezas. Sin promesas. Sin garantías.
El otro día un conocido me dijo algo que me hizo pensar.
Me contó que su mejor decisión había sido dejar de buscar el momento perfecto.
Antes se pasaba el día planeando. Esperando la hora ideal para estudiar, para ir al gimnasio, para leer. La hora premium, como él la llamaba.
Y se dio cuenta de que ese perfeccionismo era lo que lo frenaba.
Así que decidió empezar a hacer. Prueba y error. No desde la teoría, sino desde el cuerpo, desde el movimiento.
Dejó de buscar en el papel y empezó a encontrarlo en la piel.
En la cabeza. En la experiencia.
Nos han engañado.
Nos hicieron creer que hay un momento perfecto para todo.
Que si no lo haces justo como te dicen, estás mal.
Que si no lo entiendes, no puedes empezar.
Que mejor quedarse quieto.
Y no.
No puedes quedarte esperando que algo encaje. Esperando el momento. Esperando la claridad mental.
Hay días en los que simplemente tienes que hacer.
Moverte.
Sí, en automático. Sin ganas. Con el cerebro pidiendo cama.
Porque no todo tiene que tener sentido.
No todo tiene que apasionarte.
No todo tiene que ser blanco o negro.
El mundo real no funciona así.
Y la gente que más lejos llega no espera a entender.
Se mueve.
Porque el verdadero sentido no siempre se encuentra.
Se construye.
“Caminante, no hay camino.
Se hace camino al andar.”
Muy pocas personas tienen claro lo que quieren desde siempre.
Y muchas que creen tenerlo claro acaban puestas en su sitio por la vida.
Y eso no es un fracaso. Es parte del viaje.
Porque el propósito no es un destino, es resultado de todo lo que has vivido mientras avanzabas.
De tu forma de entender y de tus más poderosos deseos internos.
No puedes permitirte el lujo de frenar para intentar comprenderlo todo.
Porque muchas veces no es necesario entender para avanzar.
Lo importante es seguir empujando.
Haciendo.
Probando.
Vas de vacaciones a un país.
Conoces al amor de tu vida.
Te quedas a vivir allí.
Sale una oferta laboral que no puedes rechazar.
Tu vida da un giro de 180 grados.
¿Vas a decir que no solo porque no era lo que habías planeado?
¿Porque no lo habías previsto en tu Excel emocional?
No.
Vas a empujar con la misma fuerza que Cantona cuando dio su mítica patada.
Porque tu cuerpo y tu estómago te dicen que es lo que tienes que hacer.
Porque hay momentos en los que no necesitas lógica.
Sólo coraje.
Deja de darle vueltas a tu cabeza y pon en marcha tu cuerpo.
Hasta el próximo mail, eagy.
Gracias
Brutal! Me siento identificado con ese veneno silencioso de la parálisis por análisis. A veces entender es solo una excusa sofisticada para no actuar. Quizá deberíamos entrenar menos la mente y más el coraje.